Los mentores: formadores del alma

Tener mentores es una de las bendiciones más grandes que cualquier persona puede tener a lo largo de su vida. Son personas que desinteresadamente nos guían, nos inspiran y nos impulsan a perseguir nuestros sueños. Sin esperar nada a cambio y teniéndonos toda la fe, nos apoyan, incluso cuando fracasamos en nuestras aspiraciones o proyectos. Ellos y ellas nos dan ánimo, como si se tratara de nuestro propio club de fans, y nos quieren y nos admiran tal y como somos.  Muchos podrían decir que han tenido muchas personas que les han marcado la vida, pero les aseguro no es un número tan grande, porque la diferencia entre un maestro y un mentor es que un mentor está interesado en nuestra esencia, en nuestra alma. 

Estas personas aparecen en varios momentos de nuestra vida, tanto en lo personal, como en lo académico y lo profesional. Y lo curioso es que muchas veces sucede que no los reconocemos como mentores hasta que termina la etapa de nuestras vidas en la que ellos estuvieron presentes. No nos damos cuenta que tuvimos un mentor en el colegio, hasta que nos graduamos y empezamos a triunfar en la universidad. No nos damos cuenta que tuvimos mentores en el trabajo, hasta que dejamos de trabajar en esa empresa y empezamos a cosechar los frutos del esfuerzo. No nos damos cuenta que tenemos mentores hasta que alcanzamos un hito específico en nuestras vidas, que nos hace mirar hacia atrás y pensar a quién le tenemos que agradecer por habernos llevado hasta allí. 

Recientemente, alcancé una meta profesional trazada hace muchísimos años, desde que estaba muy joven y participaba en los modelos de COSMUN, y esto me hizo reflexionar sobre todas aquellas personas que me acompañaron y formaron. El Columbus School me regaló un sinfín de profesores con los que tuve una conexión especial, y que me animaron y creyeron en mi en todo momento. Pero, tuve el honor de contar con cinco maravillosas mentoras que están tatuadas en mi alma y en todos mis logros, quienes me permito nombrar a continuación para honrar su legado y su paso por el colegio. Luz Alicia Velásquez (QEPD), mi más grande mentora, quien me habló de COSMUN por primera vez un día cualquiera, me enseñó a amar la diplomacia y siguió cada paso que di y creyó en mi hasta su muy temprana y triste partida. Claudia Botero, quien me abrió las puertas al mundo, que me sacó de mi zona de confort y con su guía terminé en una universidad que me brindó todo lo que quería y más. Connie González, quien nutrió mi corazón de valores a través de los libros que diariamente me recomendaba. Vicky Meneses, quien me enseñó a utilizar el idioma a mi favor, a expresarme y a alzar mi voz. Y, por último, pero no menos importante, Érika Atehortúa, quien aún sigue en el colegio enseñando, y quien me inculcó un amor inmarcesible y vocación de servicio para con mi patria, Colombia.  

Habiendo dicho todo esto, apreciados lectores, los invito a que, en un momento de reflexión, piensen en todas esas personas que les ayudaron en el pasado, o que les están ayudando ahora, cualquiera que sea su situación (alumno, padre o madre de familia, profesional, etc.). 

Tómense 5 minutos para contactarlos y mostrarles su agradecimiento y su aprecio. Verán la inmensa alegría que sentirán al saber de ustedes y pensar que aún los recuerdan con cariño. Siempre ténganlos presentes y recuerden que ese pequeño (pero a la vez inmenso) gesto de agradecimiento, es una puerta que queda abierta para toda la vida.

Lupita Prada
Seniors 2015
Colegio The Columbus School

Revista Nuestra ASOPAF / Edición 16

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